viernes, 15 de enero de 2010

El Arte Griego según Platón






El arte griego marca un referente para la civilización occidental que perdurará hasta nuestros días. Los modelos griegos de la antigüedad son los llamados clásicos y los cánones escultóricos y los estilos arquitectónicos han sido recreados una y otra vez a lo largo de la historia de Occidente.
La mayoría de las obras que hoy conocemos, han llegado hasta nosotros gracias a copias romanas.
Pero para llegar a comprender este arte debemos fijarnos en la obra de Platón que, con su filosofía, marcó unas importantes características que definieron esta época.
Platón (428-347 a.c.) fue un filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, que perteneció a la aristocracia ateniense. A través de sus obras, determinó el pensamiento occidental a lo largo de muchas épocas.

A continuación, los siguientes textos pertenecientes a distintas obras de Platón nos acercan a su pensamiento a cerca de la belleza y su concepción de como debía ser el arte.

El primero de ellos, que pertenece a ‘‘La Republica’’ (V, XX, 476), en la cual elabora, basándose en su ‘‘Mito de la caverna’’ para explicar el mundo de las ideas y el mundo terrenal reflejo del anterior, la filosofía política de un estado ideal, habla de la belleza como un concepto abstracto, un arquetipo espiritual, y de como son pocos los hombres que pueden llegar a alcanzarla, lo que supondría conocer la verdadera esencia de las cosas.
Al conocer la verdadera belleza, que seria la idea de belleza, estos se encuentran como en un sueño, viendo no la realidad sino un reflejo de esta.
Es por tanto que diferencia entre la belleza en si misma y las cosas bellas que solo producen placer al ser contempladas. Al mismo tiempo identifica la belleza con el bien, por lo que el mal estaría relacionado con la fealdad, hecho que se ha visto reproducido a lo largo de toda la Historia del Arte.
Para Platón las artes plásticas tienen un papel secundario ya que son materiales, se manifiestan en los objetos, siendo solo un reflejo de la verdadera belleza; la belleza es superior a la mimesis.

El siguiente texto de ‘‘Gorgias’’ (474), en el que se suceden una serie de diálogos, estructura que caracteriza sus obras, vemos un fragmento en el que en un dialogo entre Sócrates y Polo hablan sobre la belleza.
Sócrates habla de como los que no conocen el verdadero mundo de las ideas toman como bello todo aquellos que cumple su función o produce placer, siendo esto un equivoco.
A todo lo bellos, sea lo que sea, se le aplica este adjetivo basándose únicamente en que causa placer y por tanto cumple su utilidad, cuando realmente es un simple reflejo del concepto de lo bello.

El siguiente fragmento lo dedica a desmenuzar el concepto de mimesis, y de mostrar su posición en contra de este.
La mimesis o imitación resulta para Platón un ‘‘simulacro’’, los artistas intentan reproducir algo sin llegar a conseguirlo. Reconoce la capacidad de los artistas de dar placer, pero viene a decir que no se puede representar ningún elemento sin conocer su esencia. Hay que conocer la esencia de las cosas, no su apariencia; desde este punto la labor del artista es un fallo, un fracaso, al indeciso que no representa.
El arte viene a ser una sombra de otra sombra, ya que el mundo material, el que quieren representan los artistas, es ya en si mismo un reflejo.
Continua hablando de la exactitud y precisión de la mimesis y de que, aunque el este en contra, el arte debe ser imitativo, cuanto más exacto sea, más se acerca a la verdad, a la idea.
Condena el arte plástico por ser imitativo además de añadir elementos que no se corresponden con la realidad. Entendemos entonces que la imitación debe ser fiel a la realidad sin puntos de vista subjetivos; existe pues una necesidad de conocer para imitar.

Por ultimo, otro pequeño fragmento de ‘‘La Republica’’ (X, VI, 604), nos cuenta como el artista en el momento en que cambia algo es en cierto modo un falsificador.
Dentro de esta concepción, el poeta, al expresar su realidad interior (pathos) que no se parece en nada a la realidad, no tiene ningún valor.
Los poetas, al igual que el resto de artistas, están muy alejados de conocer la verdad.
La expresión individual de un artista no tiene valor alguno, el conocimiento de lo abstracto y lo inmutable es lo valioso.
Los poetas distorsionan aún más la realidad ideal, por lo que propone una expulsión moral , metafórica de estos en la ciudad.

A través de estos fragmentos podemos entender como Platón influye en las artes propiciando un arte idealista que muestra los aspectos eternos e inmutables.
Los artistas deben representar el ‘‘ethos’’, la contención de emociones, lo ideal que no es ningún reflejo sino la verdad.
Explica muy bien el idealismo del arte griego, que es muy arquetípico y muy ideal.



Bibliografía Ampliada:

- ''El Banquete de Platón: la búsqueda de la belleza y el bien en Atenas clásica'', Rodríguez Barroso. (Dialnet).
- ''Platón y su concepto de belleza'', Jaime Blume. (Dialnet).

domingo, 10 de enero de 2010

La Torre de Babel


Realizando un análisis de cuatro textos que hacen alusión a la Torre de Babel, el primero de Nabopolassar, el siguiente extraído del Génesis (Gen 11, 1-8), y los últimos realizados por Heródoto y Plinio el viejo, podemos llegar a comprender cómo pudo haber sido este monumento tan significativo de la Antigüedad, y cómo en función del autor de la fuente cambia la descripción de la misma.

Nos encontramos ante fuentes primarias, a excepción de Plinio ya que el habla más de seis siglos después de la construcción, que nos ofrecen una descripción del ziggurat de Babilonia, aunque unas se presentan más realistas que otras que le dan un carácter divino.
La primera de ellas consiste en un texto(inscripción, fuente epigráfica) realizado por Nabopolassar, rey caldeo, es decir de la baja Mesopotamia, que fundó el imperio Neobabilónico después de acabar con el imperio Asirio (2000-609 a.c.). En este texto nos habla de cómo Marduk, dios patrón de la ciudad de Babilonia y dios supremo babilónico, le manda reconstruir el ziggurat de Babilonia al que se refiere como ‘‘Etemenanki’’ (El templo de la creación del cielo y de la tierra), identificado con la Torre de Babel en la Biblia.
Vemos entonces cómo le confiere un carácter divino; debía reconstruir los cimientos para que quedasen seguros, para lo que empleó ladrillos de adobe.
Como unidad empleo la caña para medir las dimensiones de la torre, que le fueron concedidas divinamente por los dioses Shamash (dios del sol y la justicia), Adada (divinidad astrológica) y el propio Marduk. Para agradar a los dioses se dispuso a realizar una serie de ofrendas como oro, plata y piedras preciosas, materiales considerados divinos, bajo los cimientos, al igual que un relieve suyo llevando el ‘‘dupshikku’’ (vestuario para ceremonias reales); su hijo, Nabucodonosor, ofreció vino y aceite, así como mortero al igual que los súbditos del rey. El rey babilónico, además, porta la cesta y los elementos de albañil simbolizando su intervención directa en la construcción, tratándose de una ceremonia que se relaciona con la colocación de las placas fundacionales.
La reconstrucción, la realizaron todos los pueblos de las diferentes naciones, dado que estaban sometidos, para ofrecer esta torre al rey Marduk.

El Antiguo Testamento, nos ofrece otra visión de cómo se construyo la torre en la ciudad.
El texto nos habla de cómo el pueblo hebreo se asentó en una vega del país de Sinar, donde pretendían construir una ciudad y un ziggurat que alcanzara el cielo con su altura, sería como una ‘‘puerta al cielo’’, la torre de Babel.
Como se indica, la querían construir a base de adobe, ladrillos de piedra y argamasa.
Pretendían crear una ciudad con nombre para así no dispersarse juto a una construcción que llegase al cielo, es decir, tenian la voluntad de construir una gran nación; ante este gesto de arrogancia, Yahvé los condena confundiendo sus lenguas y haciendo que se dispersen por la tierra. Se trata del origen bíblico de las distintas lenguas en el mundo, indicándose que sólo había una con anterioridad a esta torre.

En contraposición nos encontramos con dos textos de la Antigüedad Clásica, uno de Heródoto de Halicarnaso (484-425 a.c.) historiador y geógrafo griego, y otro de Plinio el Viejo (23-79 d.c.) escritor latino, que nos ofrecen una visión razonada de cómo estaba estructurada la ciudad y la torre.
Heródoto de Halicarnaso, padre de la historiografía, escribió Historiae o ''Los nueve libros de Historia'' en el s. V a.c. y es considerada una fuente importantísima por los historiadores por ser la primera descripción del mundo antiguo a gran escala y ser a su vez la primera en prosa griega. Aunque probablemente el edificio que vio no fue el original sino una reconstrucción, su descripción es una de las más fabulosas, nos muestra con detalle como se encontraba rodeada de una inmensa muralla, y la estructura interior de la ciudad incluyendo el trazado de las calles y el tipo de viviendas. El ziggurat lo describió como del tamaño de un estadio (unidad de medida que toma como patrón la longitud del estadio de Olimpia, que equivalía a 174,125 metros) en su parte inferior. Sobre ésta se superponen ocho terrazas, a las cuales se accede por un camino exterior, una especie de rampa, pero todo ello magnificando las construcciones y engrandeciéndolas. Heródoto nunca estuvo en Babilonia, y las dimensiones que ofrece (muralla de 80 km de alto y 25 de ancho) son del todo imposibles y exageradas.

Por otro lado, Plinio el viejo, autor de la primera enciclopedia conservada de la historia, nos da unas medidas más exactas de los muros, empleando como unidad de medida los pasos y los pies, aunque siguen siendo unas medidas exageradas siguiendo a Heródoto en varios aspectos. También habla del río que la atraviesa, el Éufrates, y de cómo aun se conserva el templo de Júpiter Belo (latiniza la divinidad babilonia Marduk dándole el nombre romano).
Babilonia era la antigua Seleucia, que pasó a manos de Seleuco tras la muerte de Alejandro Magno. Cuenta también cómo era la decoración de sus famosas murallas con las alas de un águila extendidas, y de cómo la ciudad se encontraba rodeada de pueblos enemigos. Hace especial referencia a los numeros, y de cómo tomaban las matemáticas como divinas, un reflejo de la importancia de la astronomía con la religión, que tuvó un gran desarrollo en Mesopotamia junto a la astrología.


Vemos cómo a través de los distintos textos, que pertenecen a épocas y culturas diferentes, unos de una manera más mítica y otros más realista, nos describen cómo podía haber sido esta Torre de Babel, el famoso ziggurat de la ciudad de Babilonia, ya que fue destruido por completo aunque quedan cimientos resultantes de excavaciones realizadas, que demuestran la gran exageración de las cifras dadas por Heródoto y Plinio.
De esta construcción derivó la costumbre mesopotámica de construir ziggurats o torres escalonadas, en las cuales se edificaba un santuario en lo alto en el que residía la divinidad protectora local, haciendo así un nexo entre lo celestial y lo terrenal.
Durante unas excavaciones realizadas por una expedición alemana, se encontraron los pisos inferiores de la torre.
En la tabla de Esagil, una tablilla de arcilla, figuran las dimensiones de la misma. Aproximadamente la base medía un poco más de 89 metros; la altura, el ancho y el largo eran iguales; las terrazas, de dimensiones desiguales, eran siete en total. Según las medidas de la tabla, la altura debió ser de 90 metros. El edificio estaba coronado por un santuario en el cual (como se le dijo a Heródoto) había una cama y una mesa de oro. Nadie dormía allí, salvo una mujer, que debía pertenecer a la ciudad, elegida por el dios. Se realizaba un ritual una vez al año en el que el rey, representando al dios Marduk, se unía con la mujer, que representaba la tierra, garantizando así un año de fertilidad para los campos y el ganado.
A través de toda esta tradición histórica de los textos podemos identificar el ziggurat con la torre de Babel que aparece en la Biblia.















Bibliografía Ampliada:

- ''La construcción de la Torre de Babel'', Manuel de las Casas Gómez. (Dialnet).